domingo, 24 de junio de 2007

La Ventana


Había una vez dos hombres, ambos gravemente enfermos, en la misma habitación de un gran hospital. La habitación era pequeña, y sólo tenía una ventana que daba al exterior. A uno de los hombres, como parte de su tratamiento, se le permitía incorporarse en la cama durante una hora por la tarde, ( algo relacionado con el drenaje del líquido de sus pulmones). Su cama estaba junto a la ventana.
Pero el otro hombre tenía que permanecer todo el tiempo acostado. Cada tarde, cuando incorporaban al hombre que ocupaba la cama más próxima a la ventana, éste, pasaba la hora describiendo lo que veía fuera. Al parecer, la ventana daba a un parque con un lago. En éste había patos y cisnes, y acudían niños para echarles pan o jugar con sus barquitos. Los enamorados paseaban cogidos de la mano bajo los árboles, y había flores y extensiones de césped. Y al fondo, detrás del lindero de árboles, se divisaba una hermosa panorámica del perfil de la ciudad. El hombre acostado escuchaba a su compañero describir todo esto, disfrutando cada momento. Oía cómo un niño casi se caía al lago, y lo bonitas que iban las chicas con sus vestidos de verano.
Las descripciones de su amigo le daban la sensación de que casi podía ver lo que ocurría fuera.

Una tarde le asedió una idea:
¿por qué el hombre situado junto a la ventana disfrutaba de todo el placer de ver lo que ocurría? ¿por qué no tenía él su oportunidad?
Se sentía avergonzado, pero cuanto más se esforzaba por no pensar en ello, más anhelaba un cambio. ¡Tenía que hacer algo!. Una noche, mientras contemplaba el techo, el otro hombre despertó bruscamente, tosiendo y ahogándose, buscando a tientas el botón que alertaría a la enfermera. Pero su compañero le miraba sin moverse, ni siquiera cuando la respiración cesó. A la mañana siguiente, la enfermera encontró al hombre muerto, y se llevó su cuerpo en silencio.
Tan pronto como le pareció prudente, el hombre, preguntó si podía cambiarse a la cama junto a la ventana. Le trasladaron a ella, le arroparon y le acomodaron. En cuanto le dejaron solo, se impulsó con un codo, con gran dificultad, y miró por la ventana. Daba a un muro vacío.

1 comentario:

Alberto Ginel Saúl dijo...

Muy bueno, sorprendente e interesante enseñanza. Un afectuoso saludo amigo