jueves, 27 de noviembre de 2008
Siempre he tenido la impresión de que en la publicidad audiovisual cabía todo. Y, es cierto, que cuanto más extravagante, cuanto más irracional, cuanto más inesperada, parece que atrae más nuestros sentidos. Pero, ¿Dónde está la línea que separa lo correcto de lo inapropiado? ¿Es necesario llegar a presentar a un bebé como un monstruo para captar nuestra atención?¿Tenemos que sucumbir a todos los mensajes que se nos lanzan con tal de vendernos un producto? No se, no se. Al final parece que seamos la presa a cazar...
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